La libertad absoluta y el camino

Siempre he dicho que yo soy un liberal de esos que siempre ha pensado sus cosas y que al tiempo le dijeron que eso era ser liberal (o libertario, o ancap, o capitalista de mierda o empresario hijodeputa, tanto da)  También confieso que cada vez leo menos y pienso más, aunque si es cierto que con el devenir de los tiempos, la experiencia y los tropezones y más de una conversación frente a litros de alcohol, se han moldeado los pensamientos en mi, por otro lado, distorsionada mente.

A veces, en ciertas circunstancias, encuentras alguien que no es un completo mamarracho y surge la chispa. La conversación. El avance. Y de repente te apetece compartir. Sí, eso que hacemos los individualistas tan a menudo. Compartir para avanzar. No se enteran los de enfrente. Divago. Al turrón.

¿Somos libres? Mantengo que sí. Que absolutamente. Hay quien mantiene que la libertad de los demás es el freno que nos limita. Evidentemente, la premisa de la libertad, su otra cara, que es la responsabilidad, y básicamente por aquello de no matarnos los unos a los otros y el instinto de supervivencia de la especie nos han grabado en los genes que pasarse con el vecino no es de recibo. Va contra natura.

¿Qué pasa con el instinto, con esa parte animal, con aquello que no controlamos? ¿Qué pasa si yo quiero hacer algo con alguien y ese alguien no quiere? Yo soy libre de elegir, pero por desgracia (por suerte, en realidad) no soy libre de imponer mis elecciones a los demás, según lo escrito en el párrafo anterior. Parece que mi libertad de elección se coarta. Se queda coja. No alcanza a superar los problemas que me plantea no poder imponernos a los demás.

Aquí entra el camino. Cosecha propia. Nuestra propia existencia es un camino. Todos sabemos donde llega. Aquello que nos pasa son caminos, sendas, perífrasis. Acercarnos allá donde vayamos, allá donde hayamos decidido. Tomar nuestras decisiones es empezar a caminar en la dirección elegida. Si no, de que sirve decidir, por otro lado. Ejercer nuestra libertad es empezar a caminar. Quizá mi elección sea esa tipa, y yo no sea la suya. Quizá mi elección sea ese trabajo y yo no sea el elegido. He tomado una decisión pero no puedo llegar al final del camino.

Sin embargo, la naturaleza humana es la de un ser libre, y por lo tanto la naturaleza nos proporciona libertad y nos premia cuando nos comportamos de manera libre. Ser libre es ser feliz. Ser consecuente con uno mismo es ser feliz. Por lo tanto sentirse realizado como persona. Pondré dos ejemplos, uno para ellas y otro para ellos. En plan cliché.

El momento más feliz no es cuando tu equipo gana la liga, no es exactamente cuando pita el árbitro, son los 5 minutos antes de que termine el partido. Cuando pita el árbitro simplemente se dispara la adrenalina para mantener un poco la euforia, hasta la resaca del día siguiente.

Del mismo modo, el momento más feliz no es cuando se juntan por primera vez su labios con los tuyos, son los 2 segundos anteriores, cuando notas su aliento cerca.

Una vez ganada la liga, vuelves a tener 0 puntos. No es posible recuperar la sensación de ese primer beso. Es la muerte. El final del camino. Se acabó. Hay que andar por otros lares.

¿Somos libres, decía? Absolutamente. Y podemos ejercer nuestra libertad absolutamente, no importa demasiado si llegamos o no. No hay coacción posible. Somos así y así nos comportamos. Somos libres mientras caminemos. Al final del camino está la muerte. Así que tú verás que haces mientras llega.

 

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