Directamente, y sin contemplaciones.
Me cago en la catalogación de propiedades privadas, no sé en virtud de qué, como bienes de todos, y que el propietario, oh maravilla, debe conservar a su costa. Es de locos.
¿Cuál es el derecho que asiste a un grupo de mendas, legitimado o no por las urnas, deslegitimado siempre por los abusos y corruptelas, a decidir, por los criterios que ellos mismos imponen, que aquello que perteneció a la familia de nadie, legítimamente traspasado de padres a hijos, nietos o sobrinos, es bien de todos y debe ser cuidado, conservado, limpiado y alicatado?
Y además debe, por cojones, so pena de multa, mantenerlo en pie, para que nadie vaya a verlo.
Me catalogas la fachada de mi casa, la chimenea de mi industria (¿?¿?¿? preciosas las chimeneas¿?¿?¿?) o la pared de carga de la cuadra de la casa del pueblo. Porque sí. Y ya no es mía. Todos pueden venir a contemplarla. Ni siquiera tengo derecho a decir «Bueno ya que es bien de todos toma las llaves, metetelas por donde amargan los pepinos y no te preocupes, que yo pago el notario para que te lo quedes.» No hijo, no. Te lo quedas. Lo mantienes. Lo pagas. Y por supuesto, cada vez que quieras pasarle un trapo por encima, me pagas la correspondiente licencia de intervención.
Pues eso. El día que a Tita Cervera se le ocurra rajar su colección de cuadros, que cuente conmigo. Si hay que tirar abajo la Ciudad de las Artes y las Ciencias, que me avisen, que yo quiero tirar mi parte, que la pago. A la mierda el Plan General de Ordenación Urbana.
En mi ciudad natal, edificio que es declarado patrimonio artístico y arquitectónico, edificio que acaba hecho una ruina sujeta con andamios. Hay calles en las que no se puede siquiera andar con las aceras…
Eso sí, como lo único que está protegido es la fachada, uno puede ver en el centro una gran arboleda húmeda, verde y espesa que protege en su interior los tesoros de un sinfín de vidrios rotos y basuras de noches de botellones furtivos.
Qué ascopena.
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