Con frecuencia cojo el funicular de Taksim a Kabatas, y de allí el tranvía hasta Sultanahmet. A veces, las menos, cuando estoy melancólico y no ando con prisa, utilizo el viejo tranvía, que va por medio de la siempre bulliciosa Istiklal. Parece tener siglos. Andando voy, por el puente de los pescadores, hasta la parada de Eminönü, donde empiezan las cuestas de la vieja ciudad. Allí me subo al tranvía moderno.
Esto lo hago con frecuencia porque, con frecuencia, voy a comer al Omar. Por dos razones, que son tres. La primera, su excelente comida a un precio muy competitivo. Increíbles los calamares. La segunda, que es a su vez la segunda y la tercera, las excelentes vistas desde el ultimo piso. Santa Sofía y la Mezquita Azul.
Hoy acabo de comer en el Omar, calamares incluídos. Como no tenía prisa, tomé el viejo tranvía. Al llegar al jardín entre los dos templos, me entró un profundo desasosiego. Me vino a la cabeza un dato. Justiniano tardó en edificar Santa Sofía seis años. Allá por el siglo sexto.
Uno de los hitos arquitectónicos de la historia, terminado en tiempo record.
Eso hoy no pasa. Santa Sofía es ciencia ficción. Solo hay que girar la cabeza hacia la Carrera de San Jerónimo, en la lejana capital del estado español (España) para ver que nadie es capaz de levantar nada. Estamos ante uno de los hitos económicos de la historia reciente, y nadie resiste la comparación. Nadie, en los tiempos que corren es capaz de levantar Santa Sofía, ni la Almudena, ni siquiera una estatua del Ripollés.
De fueran vienen a enmendarnos la plana.